lame-botas mexicanos
¿que es un lame-botas?
persona que
prodiga alabanzas interesadas para conseguir el favor de una persona
chupamedias
jalabola
jaleti
adulador
lambiscón
lame-botas
lisonjero
halagador
adulón,
zalamero,
cobista,
obsequioso,
melifluo,
meloso,
carantoñero,
alabancero,
embelecador,
lagotero,
panegirista,
pelota,
pelotillero,
tiralevitas,
lavacaras,
lameculos
¿quienes son estas
personas?
Son aquellas personas que pierden la dignidad al comportarse en
forma ridícula, cursi y patética, con tal de agradar a los directivos (o al
dueño) de una organización y, con esto, asegurar su puesto de trabajo. Se
manifiestan como los chistosos, los que siempre están de acuerdo con el patrón,
los que no tienen horario para salir del trabajo, que les importa más la
empresa que su familia, tratan de identificarse con quienes tienen el poder en
una empresa y tratan mal a los que tienen menos.
lame-botas buscando un hueso
Eso de ser “lamebotas” me parece que a nadie le cae bien, ese
arrastrarse, agacharse, o “besarle los pies” a las personas importantes, no es
bien visto. No confundirnos con lo correcto que resulta ser agradecido, atento,
y educados; es muy diferente, completamente distinto.
Mostrarse con buena disposición, ser atento, y siempre dar las gracias, es parte de ser personas de bien.
Pero cuando se es “lamebotas” se cae en exageraciones, que más allá de ser una actitud apreciada, resulta incómoda, muy desagradable.
El problema de ser “lamebotas” es, principalmente que se carece de sinceridad, es una molesta actuación permanente, que es fácilmente detectada.
La carencia de sinceridad, el intento de engaño, por supuesto que genera desconfianza, pues se establece una barrera para poder ver con claridad las intenciones del que es “arrastrado”.
Los “lamebotas” lo son, más que por ser amables y atentos, por ser unos interesados, y sus intenciones profesionales y de amistad, son todo un auténtico engaño de malas intenciones.
La capacidad laboral se demuestra con inteligencia, empeño, entusiasmo, y disposición a salir adelante, las lisonjas son innecesarias.
Y para el “lamebotas” vivir así, le produce seguramente un fuerte sentimiento de inseguridad, vive en un mundo falso, en el que los esfuerzos por ser incondicionales del jefe, del millonario, o del importante, le genera una existencia alejada de su personalidad. El individuo desaparece, y se convierte en un tipo de fantasma sin sentimientos propios.
Existen por supuesto, pocos “lamebotas” que se salen con la suya, que logran engañar. Pero, ¿Qué hay de su vida, de su propia vida?
Definitivamente en ocasiones la vida nos exige ceder, aceptar órdenes e indicaciones, el problema se presenta con la exageración, con el olvidar principios y dignidad.
Es necesario aprender a ponernos límites, saber cuáles son nuestras obligaciones, nuestros principios, nuestras funciones, y prudentemente, de manera racional y amable saber decir no, cuando sea necesario.
Nuestra vida se construye con nuestros ideales, con la intención de colaborar a que nuestros seres queridos sean felices, con llevar una vida respetuosa y armoniosa con los demás; sentiremos un gran vacío si nos convertimos en tapetes que reciben pisadas que únicamente nos ensucian y humillan como seres humanos
Mostrarse con buena disposición, ser atento, y siempre dar las gracias, es parte de ser personas de bien.
Pero cuando se es “lamebotas” se cae en exageraciones, que más allá de ser una actitud apreciada, resulta incómoda, muy desagradable.
El problema de ser “lamebotas” es, principalmente que se carece de sinceridad, es una molesta actuación permanente, que es fácilmente detectada.
La carencia de sinceridad, el intento de engaño, por supuesto que genera desconfianza, pues se establece una barrera para poder ver con claridad las intenciones del que es “arrastrado”.
Los “lamebotas” lo son, más que por ser amables y atentos, por ser unos interesados, y sus intenciones profesionales y de amistad, son todo un auténtico engaño de malas intenciones.
La capacidad laboral se demuestra con inteligencia, empeño, entusiasmo, y disposición a salir adelante, las lisonjas son innecesarias.
Y para el “lamebotas” vivir así, le produce seguramente un fuerte sentimiento de inseguridad, vive en un mundo falso, en el que los esfuerzos por ser incondicionales del jefe, del millonario, o del importante, le genera una existencia alejada de su personalidad. El individuo desaparece, y se convierte en un tipo de fantasma sin sentimientos propios.
Existen por supuesto, pocos “lamebotas” que se salen con la suya, que logran engañar. Pero, ¿Qué hay de su vida, de su propia vida?
Definitivamente en ocasiones la vida nos exige ceder, aceptar órdenes e indicaciones, el problema se presenta con la exageración, con el olvidar principios y dignidad.
Es necesario aprender a ponernos límites, saber cuáles son nuestras obligaciones, nuestros principios, nuestras funciones, y prudentemente, de manera racional y amable saber decir no, cuando sea necesario.
Nuestra vida se construye con nuestros ideales, con la intención de colaborar a que nuestros seres queridos sean felices, con llevar una vida respetuosa y armoniosa con los demás; sentiremos un gran vacío si nos convertimos en tapetes que reciben pisadas que únicamente nos ensucian y humillan como seres humanos
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